El Prof de Química Jorge Cuitiño Nos acercó esta interesante anécdota para reflexionar sobre como enseñamos y como aprendemos.
¡¡¡Gracias Profe!!!
ENSEÑAR A PENSAR
Sir
Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de
Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
Hace
algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a
un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a
que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores
y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre cómo es posible determinar
la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro". El estudiante
había respondido: "Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una
cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La
longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente,
el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del
ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por
otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio
de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en
física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí
que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me
respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la
respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco
minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunte si deseaba
marcharse, pero me contesto que tenía muchas respuestas al problema. Su
dificultad era elegir la mejor de todas. Me excuse por interrumpirle y le rogué
que continuara.
En el
minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: "Coge el barómetro
y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con
un cronometro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por T2. Y así
obtenemos la altura del edificio".
En este
punto le pregunte a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota
más alta.
Tras
abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara
sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por
ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y
la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra
del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura
del edificio.
Perfecto,
le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó; este es un procedimiento muy básico
para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro
y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las
escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas
hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de
marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por
supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el
barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que
cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si
tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el
barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio,
de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula
trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En este
mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde
la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura
midiendo su periodo de presesión.
En fin,
concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente,
siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa
del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito
barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este
momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional
al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares
diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares)
Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus
profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El
estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922,
más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y
neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador
de la teoría cuántica.
Al
margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de
esta historia, es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.
Espero
que os haya gustado. Por cierto, para los escépticos: esta historia es
absolutamente verídica.
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